¿Ya te has puesto el delantal y el gorro de chef?
Para hacer crepes, necesitas:
Ah, me olvidada… primero hay que lavarse las manos.
Vierte la harina, la sal y el azúcar en el bol. Con la cuchara o con las manos (¡es más divertido!), forma un pozo. Rompe los huevos, ¡con cuidadito para no verter su contenido en la mesa! Bate bien los huevos y luego mézclalos a la harina. Añade poco a poco la leche. Quizás tu mamá o tu papá puede seguir removiendo la masa mientras viertes la leche, así no se formarán estas bolitas de harina, que se llaman grumos.
Calienta la sartén y úntala con un poquito de aceite. Quizás esto mejor que lo haga un adulto, ya que te podrías quemar.
¡Ahora viene un momento muy delicado! Con el cucharón, coge un poco de masa del bol y viértela en la sartén. Con la sartén en mano, haz con la muñeca unos círculos amplios y lentos para repartir bien la masa en la sartén. ¿Lo has conseguido? ¡Bieeennn! Deja cocer la crepe durante unos minutos y, cuando el borde se empieza a poner de color marrón, hay que darle la vuelta.
¡Y viene otro momento muy delicado! Para hacer como los franceses, pide primero a tu mamá o tu papá que despegue los bordes de la crepe, luego coge la sartén por el mango, haz una respiración profunda, concéntrate y haz saltar la crepe en el aire para darle la vuelta. ¿No se ha girado bien la crepe? Inténtalo otra vez, ¡estoy segura de que lo vas a conseguir!
Ahora, puedes elegir con qué quieres rellenar tu crepe: plátano, mandarina, chocolate derretido, Nutella, mermelada, azúcar, nueces, miel, nata montada… Las posibilidades y las combinaciones son infinitas!
Si prefieres crepes saladas, simplemente no añadas azúcar a la harina cuando empiezas a cocinar, sólo pon la pizca de sal. Luego, la receta es la misma y puedes rellenar tus crepes con queso rallado, jamón, champiñones, un huevo, verduras y lo que te apetezca.
¡Buen provecho!