La semana pasada, por primera vez en mi vida, pagué un impuesto a Hacienda con un cierto sentimiento de gratitud y de empoderamiento.
Y eso que rondaba los 4.000 euros…
Cierto, gratitud y Hacienda… como que no pegan, ¿verdad?
¡Parece un oxímoron!
¿Te suena el cuento zen “¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”?
En resumen, es la historia de un anciano y su hijo.
Les llega un magnífico caballo a la finca.
Al intentar domarlo, el hijo se cae y se rompe una pierna.
Poco después, estalla la guerra y el hijo, al tener la pierna enyesada, no puede ir al combate.
A cada acontecimiento, los vecinos felicitan el viejo sabio o lo acompañan en lo que consideran una desgracia.
Y cada vez, él les contesta:
“¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”.
Pues es sobre este modelo que escribí una carta de alegaciones a Hacienda para pedir una rebaja sobre un impuesto.
Según ellos, mi piso, que compré hace un par de años, valdría bastante más de lo que lo compré, y entonces reclamaban la diferencia del impuesto sobre la compraventa, es decir unos 5.300€.
¡Glups!
A mis dos vecinos de abajo les había llegado la misma carta con un importe parecido un par de meses antes. Hicieron alegaciones “clásicas”, con un lenguaje administrativo.
Denegadas…
¡Glups!
Los gestores y el abogado que consulté me dijeron que era imposible obtener una rebaja con Hacienda…
¡Glups!
Estamos en una época difícil y soy autónoma…
¡Glups!
Así que, ante tantos ¡Glups!, decidí que, perdido por perdido, iba a redactar alegaciones diferentes, usando lo poco que sabía sobre escritura persuasiva (o copywriting) y mi imaginación.
Escribí estas alegaciones como un ejercicio poético, explicando las circunstancias que me llevaron a comprar el piso, su estado, etc.
Y después de cada evento de mi relato, preguntaba:
“¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”
Envié mis alegaciones y, mientras esperaba la respuesta, me dediqué de lleno al trabajo personal, iniciático y espiritual que este asunto me condujo a hacer (de allí la gratitud).
O sea que buceé en mis profundidades.
Lidié con capas de revuelta.
De miedo a la carencia.
Ordené mi interior.
Mi relación con la ley.
Lo necesitaba.
Al cabo de un mes, me llegó la respuesta: alegaciones denegadas…
¿Buena suerte?
¿Mala suerte?
¡Quién sabe!
Consulté a otro abogado especializado en el tema y, mientras estábamos terminando de montar un dossier de recurso, me llegó otra carta de Hacienda de la mano de un amigo cartero y… ¡buzo!
Venida de las profundidades, esta carta decía que se habían vuelto a considerar el tema y habían hecho una nueva valoración del piso.
Inferior a la primera.
Con lo cual el impuesto que me pedían pagar pasó de 5.300 a 4.200, o sea un 20% menos, creo (soy de letras, los números no son mi punto fuerte).
Parece que alguien, en algún lugar, se lo volvió a pensar.
¿No te parece mágico?
Al leer y releer la nueva respuesta de Hacienda, me vino a la mente la frase:
“Todo parece imposible hasta que se hace.”
Tal cual.
Y cuando se hace y se consigue, ¡wow!
La sensación de empoderamiento es extraordinaria.
Ahora entiendes por qué pagué con cierta gratitud (¡tampoco nos pasemos!), también a regañadientes y con una mezcla de sentimientos varios, todo hay que decirlo.
Y he decidido que de ahora en adelante, ante cualquier evento, y antes de mirarlo por el filtro de “negativo” o “positivo”, me preguntaré:
“¿Buena suerte? ¿Mala suerte? ¡Quién sabe!”
Gracias a Inés, que me hizo descubrir el mundo del copywriting y me enseñó a escribir desde esta óptica y a ver las ventas como algo divertido. Ella es muy buena y no necesita publicidad, pero si quieres saber más sobre el tema, puedes echar un vistazo a su página: https://inesdiazcopywriter.com/
Gracias inmensas a Athina, Jonathan, Joana y Manel, ángeles que han jugado un papel crucial en este asunto, y a todas las personas que me han brindado su apoyo.
Y también me doy las gracias a mí, por creer en lo imposible, tener el valor de mirar mis profundidades, hacer buen uso de la escritura persuasiva y atreverme a jugar al inyectar poesía a una cosa tan “seria” como lo son unas alegaciones.