Como lo indica su nombre, la función de este frasco es tranquilizar a los niños cuando están agitados, nerviosos, enfadados, después de una rabieta.
¿Cómo funciona? Basta con agitar el frasco y luego dejarse “hipnotizar” al observar la purpurina depositarse paulatinamente en el fondo del frasco.
¿Es efectivo? ¡Sí!
Los estudios realizados han indicado que mientras el niño observa la purpurina, su sistema nervioso se organiza. Y la lentitud con la cual va bajando la purpurina transmite una sensación de calma. Si además un adulto le habla con voz tranquila y le ayuda a dirigir su atención hacia la respiración, mejor que mejor!
A los niños les explico también que el interior del frasco es como nuestro propio interior: cuando estamos agitados, nerviosos, rabiosos, no vemos nada, todo está “turbio”, mejor no tomar decisiones y, cuando estamos relajados y tranquilos, no hay tanto movimiento en nuestro interior y lo vemos con más nitidez.
Para hacer uno, ¿qué necesitas?
- Un frasco de vidrio o de plástico (el original de Montessori es de cristal)
- 1 o 2 cucharadas de pegamento líquido
- Purpurina del color que quieras
- Unas gotas de colorante alimentario
- Agua caliente
- Champú para niños transparente o glicerina
- Cola caliente (o pegamento resistente tipo superglue)
Rellena el frasco hasta la mitad de agua caliente. Añade el pegamento, el champú (o la glicerina), el colorante y, para terminar, la purpurina. Se usan pegamento y champú para que hayan fluidos de diferentes densidades y que la purpurina descienda con diferentes velocidades y adoptando formas varias.
Si es necesario, termina de rellenar el frasco con agua caliente, dejando un dedo de aire para que su contenido se mueva al agitarlo.
¡Et voilà!
Y, ¿sabes qué? ¡También funciona muy bien en los adultos!